En el comienzo de algo nuevo, las cosas fluyen. Se percibe la energía nueva, renovada y se perciben cambios positivos. Se siente una motivación de emprender algo nuevo. Se genera una actitud de acción y se experimenta como una nueva experiencia que renueva la vida. Los primeros retos se ven fáciles de resolver. Este período varía en tiempo y sin embargo, el ciclo empieza, avanza y tiene fecha de expiración. Avanza el tiempo y nos acostumbramos. Entramos a una zona cómoda, los ajustes se vuelven incómodos y empiezan a salir detalles no planeados. Uno se cansa de lo mismo, y al mismo tiempo quiere experimentar un cambio y busca sentir lo mismo que al inicio cuando las cosas eran “diferentes”. Entonces buscamos nuevas maneras de reinventarnos. Vienen más retos que seguir resolviendo y sin embargo, en ocasiones nos encontramos con menos vitalidad para seguir, pero nos aferramos a continuar. Después de todo, ya le invertimos tiempo, energía y dedicamos gran parte de nuestra vida a esa relación de pareja, al nuevo proyecto o a esa experiencia y nos empezamos a cuestionar. ¿Será esto para mi? ¿Me habré equivocado? Si, esto nos pasa. Esto es porque hay situaciones que se viven con una sensación de estancamiento. Sin saberlo, queremos que algo cambie; la pareja, los problemas, los empleados, los hijos, los compañeros de trabajo, etc. Esto lo pedimos a gritos porque es más fácil que los demás cambien y no uno mismo. Vemos el problema en el exterior y señalamos afuera qué o quienes están mal.
Seguimos aferrándonos a seguir, a echarle ganas y al mismo tiempo a resentirnos con todo lo que pasa. Cada vez más, nos vamos atrapando en las mismas dinámicas y más difícil pareciera salir. No puedes solucionar las cosas porque lo quieres corregir en el exterior. Discutes con la pareja para que cambie porque crees que el otro está mal y no debe ser así. Te alías con tus amigos para sentirte seguro/a porque crees que necesitas la aprobación que no te dió alguien más. Criticas a tu jefe de lo que hace porque crees que te fastidia con más trabajo. Enjuicias a todos de ser incompetentes porque crees que eres el único que puede hacer bien las cosas. Hacemos todo en nuestro poder para que los demás vean lo mismo que nosotros y nos cansamos porque nos sentimos incomprendidos. Se vuelve un desgaste físico, mental, emocional y a veces espiritual, que se pierde el ánimo y la motivación inicial. Hay soledad, desesperación, impotencia, resentimiento, tristeza, coraje y miedo de qué sigue porque se avecina un cambio que percibes en tu mente. A veces es consciente y la mayoría inconscientemente. Tratas de ajustarte y parece que no es suficiente. Llegamos al punto de lo inevitable. Nos encontramos en una total resistencia y duele por dentro. Se apodera el miedo y terminas quedándote ahí solo por ese miedo. Se pierde la esperanza, la sonrisa y la fe. El desgaste es inevitable y no se puede esconder. Te resignas, toleras y aguantas más tiempo. Surgen síntomas de un cuerpo adolorido y lo atizas con medicamentos para no enfrentar el problema. En ocasiones escapamos con otras distracciones porque duele tanto que preferimos evitar ese dolor. Ya cuando acuerdas tu negocio ya está en pérdidas, tu relación ya es tóxica, el ambiente de trabajo se vuelve insoportable y tu salud más comprometida. Quien no enfrenta el dolor y no hace cambios, permanece ahí y muere lento sin darse cuenta que podía hacer algo. Nunca quiso ver que si podía aprender algo sobre esa experiencia, enfrentarla y salir adelante. Optó por la salida fácil de “no cambio” pero la vía más dolorosa. Prefirió el miedo y toma la decisión de seguir con ese miedo y permanecer igual creyendo que nunca iba a poder. No creía en si mismo. En cambio, quien se hace cargo de si mismo, quien realmente enfrenta el dolor y se abre a lo que tiene enfrente, lo trasciende y toma decisiones diferentes sin miedo. A veces con todo y miedo lo hace porque sabe que podrá. Tiene claro lo que quiere y ve posibilidades para seguir. Hace los cambios y toma acción. Va por sus sueños y los persigue. En ambos casos, el ciclo de esa experiencia termina y se decide iniciar uno nuevo. En ambos hay una decisión que se toma, solo que son opuestas. En el primero, la persona toma la decisión de quedarse en donde mismo porque no sabe lo que quiere y prefiere lo conocido. Es justo ahí en donde abre un nuevo ciclo con esa misma experiencia sin saberlo, permitiendo continuar con las mismas dinámicas pero en plan víctima y de no responsabilidad. Ya no hay motivación, solo desanimo y creando más dolor interno. El segundo, la persona cierra el ciclo agradeciendo, con responsabilidad, aprende, toma la decisión de un cambio, planea, trabaja sus miedos y sabe lo que quiere. Toma acción hacia una experiencia totalmente diferente y deja atrás lo vivido como un gran aprendizaje. Pregúntate, ¿cómo estás cerrando tus ciclos este año? ¿En modo víctima, aterrado y sin tomar responsabilidad o estás en agradecimiento, libre y haciendo las cosas responsablemente? FELICES FIESTAS!!! NAMASTE♥ Verónica González Coach de Paz & Consciencia
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AutorMi nombre es Verónica González, autor de varios libros. TestimonialesVero, muchas gracias por tu apoyo. Fue una bendición haberte encontrado justo en el momento preciso. Sin duda alguna repetiría la experiencia de una terapia "alternativa" contigo. Encontrar la paz y la tranquilidad no tienen precio y tu guías de manera especial para alcanzarla.
~Laura Villegas |